9 de febrero de 2012

Pensamientos entrecruzados

Y dejamos que una mariposa abriera sus alas, la vimos escaparse por la ventana casi lentamente. Mi guitarra y yo. Nos entendemos. Porque no necesito explicar. De repente solo hay aire, y puedo respirar un poco de color. Las hojas de los árboles siempre se mueven con el viento, y entonces si el viento se cansa yo las miro. De noche las estrellas se cuentan secretos y yo las observo. El día se presenta disfrazado de algo que descubro mientras las horas pasan. Un malabarista, los ojos inocentes de un niño, la risa estrepitosa de una señora teñida de rubio, las monedas de diez centavos que se le caen a una anciana mientras intenta ponerlas en la máquina del bondi, el ruido del tren cuando pasa por las vías cerca de casa, el silencio de mi mente cuando camino bajo el sol cálido de otoño, el reggeaton de un auto que pasa como una brisa fugaz, el perro que ladra agudo, la música de los pájaros.
Nada es lo que parece, todo se vuelve negable en este mundo, donde el maquillaje se extiende a niveles paranormales. Es dificil dilusidar lo cierto del engaño, pero si uno observa con ojos grandes es probable que encuentre el punto de inflexión, en el que la verdad sale a la luz, y quema.
La mariposa vuela en el aire, despliega colores. Alguna vez fue una oruga.
Los niños corren felices, juegan a la mancha. Alguna vez serán adultos.
El kioskero cada vez vende más caro los capitán del espacio, me indigna.
Las notas de alguna canción me vienen a la mente, y entonces me doy cuenta que la mayor parte del tiempo la música adopta diversas formas, y la encuentro en la nada. La veo en todo.
Mi guitarra y yo, nos entendemos. Y no hace falta hablar, solo que ultimamente hay demasiadas palabras, y entonces es más complicado comprender.

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