20 de mayo de 2014

2 corintios 12:9-10

Encontré en mis piernas débiles, una razón para alzar mis ojos.
Vi en el medio de mis confusiones, tus pensamientos elevarse como águilas sobre la tormenta.
La preciosa calma de tus manos acariciando mis lágrimas.
La forma en que las convertiste en un río, que dio vida a nuevas flores.
Que regó un jardín de alegría y viento recio.
Miré en mi historia que no sobraba ni una coma, ni un punto.
¿Quién habla cuando hay silencio?
cuando las palabras hacen eco en paredes negras, altas, techadas.
¿Quién rompe la dureza del corazón con martillos de verdad y libertad?
En medio de la nada, encuentro mi todo en vos.
Me decanto de a poco, para llenarme de tus susurros,
para respirar hondo y cerrar los ojos,
para descubrir que resucito.
Me doy cuenta, mis límites son tus recursos para darme vida.
Mi insuficiencia, un vaso que se llena de tu capacidad,
de tu amor, de tu misericordia, inmerecida.
Regalo más hermoso no puede existir,
saber que mi corazón se sostiene en el tuyo,
que mis manos cobran fuerza en las tuyas.
Realidad más incomprensible, que en lo débil,
me hago fuerte en vos.


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